La dicotomía que estamos viendo entre la economía real y los mercados financieros es algo sin precedentes, lo que nos habla de una nueva economía, que empieza en agosto del año 2011, y se lleva a su máxima expresión, por el momento, el año 2020-2021, donde a pesar de fortísimas caídas en la actividad económica, el aumento exponencial de la deuda y señales evidentes de inflación, los mercados financieros más importantes del mundo no han dejado de marcar máximos históricos consecutivos.
La FED pagará por ver si la inflación será permanente o transitoria, sin quedarle más opción que confiar a ojos cerrados en la segunda alternativa. Eso es lo que quieren escuchar en Wall Street y lo que de paso permitirá mantener este camino de ida que se ha prolongado más de una década, a un precio que esperemos no sea demasiado caro. En resumidas cuentas, la Reserva Federal no subirá las tasas de interés hasta que vea una inflación suficiente y sostenida, lo primero ya se ha cumplido, para comenzar a evaluar el camino de vuelta de la normalización monetaria, que nadie tiene bien claro, algo así como la corrección ordenada de los mercados, términos bastante conceptuales, pero de difícil concreción en la vida real. En estos momentos, la inflación se encuentra en un 5,4% anualizada, más que duplicando el objetivo planteado de 2%.
Haciendo algo de memoria, recordemos que previo a las intervenciones masivas de los Bancos Centrales en los mercados de capitales, el sector financiero seguía al sector real, de acuerdo a las expectativas empresariales y estabilidad macroeconómica de los países, sin embargo, desde el comienzo de la nueva era monetaria (agosto 2011) con los bancos centrales a la cabeza de los estímulos monetarios no convencionales (QE), nos encontramos en la situación opuesta y paradójica, donde las malas noticias económicas resultan siendo buenas para los mercados. Esto es posible porque significa que los estímulos no se detendrán y con esto se mantiene demanda artificial en los mercados, todo un sin sentido que resulta prácticamente imposible de explicar dejando fuera los incentivos perversos en los mercados financieros, tanto de deuda como accionarios que se han generado con las políticas expansivas sin precedentes.
Son 10 años que los mercados financieros bailan la música de los Bancos Centrales, y las noticias buenas en este sentido son un estorbo, porque sugerirían un retroceso en los estímulos monetarios. Sin embargo, estos miedos se han ido disipando implícitamente en los mercados de capitales de países desarrollados, que no dejan de marcar máximos una y otra vez en el contexto post COVID, mientras que el lema "Dont fight de FED", así como la "Put de la FED", ha demostrado ser más seria y prolongada en el tiempo de lo que muchos esperaban. No olvidemos que la solución de corto plazo de la crisis del 2008 (subprime), fue el rescate a instituciones y al mercado financiero como un todo a través de compras masivas, la cuales ahora solo por parte de la FED son 120 mil millones de dólares mensuales, y dicho sea de paso, que el balance de la FED se duplicó tan sólo en el curso del año pasado.
Esta solución a la crisis anterior, que se ha extendido para la crisis del COVID 19, puede ser una especie de doble o nada, con la posibilidad de llevar al sistema como un todo a escenarios nunca antes vistos. En este contexto, no quedará otra alternativa que seguir improvisando, aplazando, y profundizando lo más posible, que se detone una crisis que según la lógica debiera alinear, las expectativas de los mercados financieros con el mundo real, y de paso salir de la dicotomía originada por los estímulos monetarios y fiscales. No parece sostenible una economía que crezca en base a gasto y deuda, penalizando el ahorro (con tasas negativas es lógico que así sea) y con esto, la posibilidad de inversión con las señales que entregan los precios no adulterados por el dinero impreso ni por la represión de las tasas de interés.
La desconexión de la realidad de los mercados financieros es cada vez más patente al marcarse máximos históricos de forma consecutiva en Estados Unidos, mientras casi un tercio de sus habitantes declaran que sin los estímulos no podrían sobrevivir más de 2 meses.
En el caso de Europa, donde la bolsa continental también marca máximos históricos consecutivos, tanto se habló que las ayudas monetarias servirían para ganar tiempo y poder aplicar reformas estructurales fundamentales para el crecimiento de la economía y para su capitalización, sin embargo hemos podido comprobar que lo que se ha logrado es inflar burbujas de activos, perder capacidad de crecimiento y en última instancia, lograr una combinación potencial y estructural muy compleja, es decir, bajo crecimiento y además inflación.
Crear riqueza es muy distinto a inflación, y mientras más dinero se crea de la nada, es decir dinero fiduciario basado en la confianza y no respaldado en ahorro previo, mayores posibilidades existen que se generen modelos de crecimiento basados en la deuda, que no es otra cosa que anticipar consumo además de especular en proyectos que vienen distorsionados desde las tasas de interés en su financiamiento temporal y artificialmente bajo, así como por la falsa sensación de ahorro suficiente en la sociedad, entregando señales erróneas a la hora de hacer cálculos empresariales.
En este contexto de máximos históricos, valuaciones históricamente altas e índices muy alejados de los promedios de los 200 días, a pesar de que muchas empresas no lo están, recomendamos buscar portafolios que se puedan defender bien de presiones inflacionarias y evitar sectores que puedan estar especialmente guiados por las políticas de crecimiento artificial, que sin previo aviso y cómo lo han hecho en otros momentos de la historia, se manifestarán con todo el peso de la realidad. En este caso pensamos que las industrias que se encuentran más alejadas del consumo y que en especial se han visto fomentadas por la mayor capitalización a través de dinero barato, revisten mayores riesgos por su menor resiliencia en tiempos de crisis, cuando quede al descubierto los errores empresariales producto del inevitable alza del costo del financiamiento en momentos de pérdida de confianza.
Lamentablemente cuando este dinero barato ya no lo sea, por las presiones inflacionarias que obliguen a subir tasas de forma significativa, estas industrias más alejadas del consumo se debieran ver especialmente afectadas, recibiendo todo el impacto de inversiones mal calculadas gracias al dinero fácil y la distorsión de la tasa de interés, el precio más importante de toda la economía. Para bien o para mal, la realidad siempre se impone.
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