No hay peor error que no reconocerlo. Al final de su periodo, Mario Draghi implícitamente ha cambiado su discurso, reconociendo sus limitantes, y pasando del “haremos todo lo que sea necesario” al “haremos todo lo que sea posible”, afirmando en su última reunión del pasado jueves, y ratificando lo expresado en reuniones anteriores, que la política monetaria debe venir acompañada de la política fiscal.
A mi juicio, este último discurso retrata fielmente lo que ha sido la lógica de su mandato, en el sentido de buscar anestesias para los mercados, sin embargo no enfocarse en los problemas de fondo de la situación económica europea y las soluciones realmente sostenibles.
En este mismo sentido, los errores más importantes, los cuales han derivado en la situación actual de tasas negativas, comienzan con inéditos experimentos de expansión monetaria, dadas las limitaciones fiscales impuestas a las economías endeudadas de la eurozona. Sin embargo, el supuesto tiempo que se ganaría para realizar reformas estructurales, relacionadas a la liberalización de los mercados del trabajo y al sistema impositivo, y desde luego con costos políticos que nadie está dispuesto a asumir, jamás se utilizó para avanzar en esta dirección reformista, de disminuir el aparato estatal, sino que lo contrario, se mantuvo el mito que Draghi podría realizar lo imposible a través de la planificación centralizada, en este caso monetaria, y mientras tanto la clase política mantenía su comodidad sin hacer las reformas comentadas.
Esto ha hecho que medidas que se pensaban como de shock terminan perpetuándose e incorporándose como una nueva normalidad, lo que paulatinamente va destruyendo el sistema monetario con todas las ineficiencias e injusticias que eso conlleva, tanto en la asignación de recursos, como en la distorsión de los precios relativos y en el cobro por ahorrar o mantener dinero en el banco.
El problema cada vez es más latente y por eso amerita tribuna pública, ya que los agentes económicos dudan crecientemente de la confianza en el impacto de las medidas monetarias, tomando como ejemplo el caso de los últimos 20 años de Japón y del efecto de las tasas negativas en la ciudadanía, la cual cumple 5 años en Europa.
La pregunta es si el BCE aún le queda munición, y eso está por verse, aunque a juzgar por el caso recién mencionado de Japón del BOJ, el impacto del arsenal monetario sería cada vez menor en su esfuerzo por estimular la economía.